Este trabajo celebra el encuentro entre tres artistas, una casa y la ciudad que temporalmente las aloja.
Es una pieza para sitio específico realizada mediante técnica de animación cuadro por cuadro. Transforma la vitrina en una ventana, en la que cortinas plegables suben y bajan al ritmo del paisaje sonoro diseñado con la colaboración del músico antioqueño José Gallardo. A través de la ventana se ve el cielo, que se mueve también, sumando otra línea instrumental al concierto urbano de la Calle 15.
La claraboya que ilumina Lugar a Dudas baila de acuerdo con los continuos movimientos que atraviesan el espacio que nos acoge como residentes. La atmosfera musical de Cali y su espíritu efervescente toman forma en la arquitectura del hogar y transforman nuestra abertura al cielo en ecualizadores y fuelles. El techo de la casa se dispone para que juguemos con él. Ya no quiere ser apenas un sitio por donde pasan la luz, la lluvia y el viento. El que de tantas personas y películas es testigo, ahora quiere brillar y tocar su música. Quiere dejarse ver de otro modo, convertirse en ventana para mirar de frente y de cerca a quien lo mira.
Dos cosas movilizan nuestra labor: el paisaje que permanece susceptible a cambios mínimos y el entorno musical que ofrece la ciudad. Algo próximo, propio del espacio que temporalmente habitamos, transformador de nuestra percepción del día y la noche. Un hábitat apacible ubicado en la mitad de la casa, atravesado por visitantes que saludan nuestra mecánica y simple labor: Remar el techo con su cielo luminoso, en nuestros oídos la continua fricción entre guaya y toldo. Caída la noche se suman ritmos de salsa y aparece una banda sonora.
Las referencias musicales y cinéfilas atraviesan la obra con la levedad de la brisa que sopla al anochecer. Los toldos del patio se pliegan arriba y abajo como velas. Jugamos a irnos de viaje por el cielo de Caliwood, como unas sobrinas lejanas de Georges Méliès. La ilusión del movimiento autogenerado se logra por medio de un truco digno del director del “Teatro del Ilusionismo” y la fragmentación con la que nos enfrentamos al producir la imagen es semejante al ritmo quebrado que acompasa estas calles.
Toda la arquitectura de la obra involucra procedimientos que fraccionan lo que era un continuo temporal para recomponerlo en un relato que da cuenta de cómo nuestra subjetividad hace del mundo morada. La toma de cada trayecto de cielo, el paso de cada fotograma, la permanencia de cada transeúnte, el período de exhibición, el de la residencia. El tiempo se comprime y descomprime de acuerdo a nuestra disponibilidad para aproximarnos. Y por ese poder veinticuatro horas se vuelven tres minutos o 20 días.
Qué viva la música!
Carolina Cortés, Leandra Plaza y Marcela Sinclair
Agradecemos especialmente a José Gallardo, Luis Hernández y a todos los que hacen Lugar a Dudas
15 abril 2009
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adorei,carol!!!...
ResponderExcluirQué viva la música!